Ha sido triste porque se acaba una etapa de mi vida, tanto en lo personal como en lo profesional, y, dura porque soy una sentimental y no puedo evitar las lágrimas. Pero, también, ha sido dulce porque me siento satisfecha del trabajo realizado durante estos intensos meses y, alegre, porque mis peques me han dejado con una sonrisa y un beso de sabores.
Siempre os llevaré en el corazón: Nora, Héctor, Patricia, Alberto, Guadalupe, Ezequiel, Athenea, Amanda, Carla, María, María Isabel y Roberto.
Son doce pequeñ@s que me han hecho sentir como una niña, me han brindado su alegría, su mirada de inocencia, me han puesto en más de un apuro, me han enseñado que la paciencia es una virtud y que el respeto y la convivencia nos hace grandes.
GRACIAS POR TODO
CUENTO DE DESPEDIDA
Había
una vez un arbolito feliz. Entre sus ramas había pichones traviesos que jugaban
y piaban todo el día.
El árbol conocía muy bien a todos y los quería, los quería tanto...
Cuando hacía frío los pichones se acurrucaban entre sus hojas y si el sol estaba tibiecito, el árbol, moviendo sus ramas, les hacía dar saltitos invitándolos a jugar.
Pero un día, entre saltito y saltito, los pichones subieron la rama más alta del árbol y vieron un azul hermoso y un bosque lleno de otros árboles que no conocían.
Se dieron cuenta entonces que sus alitas habían crecido lo suficiente como para intentar volar. Un aleteo...y otro más... y por fin el cielo no pareció tan lejano. Uno a uno, los pichones se fueron volando. El árbol los miró partir con orgullo, porque entre sus ramas los había cuidado durante mucho tiempo. Él sabía que en una tarde de lluvia los volvería a ver acurrucándose entre sus ramas, los recordaría siempre a cada uno de sus pichones.
Esa noche el árbol quedó sólo y vacío. A la mañana siguiente no sólo el rocío mojaba sus hojas....nadie se había dado cuenta que había llorado.
El árbol conocía muy bien a todos y los quería, los quería tanto...
Cuando hacía frío los pichones se acurrucaban entre sus hojas y si el sol estaba tibiecito, el árbol, moviendo sus ramas, les hacía dar saltitos invitándolos a jugar.
Pero un día, entre saltito y saltito, los pichones subieron la rama más alta del árbol y vieron un azul hermoso y un bosque lleno de otros árboles que no conocían.
Se dieron cuenta entonces que sus alitas habían crecido lo suficiente como para intentar volar. Un aleteo...y otro más... y por fin el cielo no pareció tan lejano. Uno a uno, los pichones se fueron volando. El árbol los miró partir con orgullo, porque entre sus ramas los había cuidado durante mucho tiempo. Él sabía que en una tarde de lluvia los volvería a ver acurrucándose entre sus ramas, los recordaría siempre a cada uno de sus pichones.
Esa noche el árbol quedó sólo y vacío. A la mañana siguiente no sólo el rocío mojaba sus hojas....nadie se había dado cuenta que había llorado.
Es un cuento muy hermosa... y con tu permiso mi novia y futura esposa se tatuara ese arbol en el dorso representando la sabiduria, lo frondoso y duradero que queremos que sea este maravilloso amor... gracias Marybel
ResponderEliminarque bonito cuento!
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